La historia de la tresarroyense que recibió a los prisioneros del Canberra con una bandera

23 abril, 2017

La historia de la tresarroyense que recibió a los prisioneros del Canberra con una bandera

Una enfermera residente en Tres Arroyos es protagonista de una conmovedora fotografía, que motivó una nota escrita por el reconocido periodista Alfredo Serra para el sitio Infobae. Se trata de Andrea Martínez, que según el relato reconstruido por Serra, era apenas una niña cuando recibió a ex combatientes de Malvinas prisioneros de los británicos en un buque, finalizada la guerra, con una bandera argentina.
“Junio 14, año 1982. La guerra de Malvinas ha terminado. Cuatro días después, el buque británico Canberra atraca en el muelle de Puerto Madryn. Desembarcan 4.100 soldados argentinos. Combatientes y prisioneros, quedan libres.
Todo Puerto Madryn los espera y los ovacionan. Muchos les dan chocolates. Pero ellos, sin rechazar esa modesta ofrenda, piden algo más modesto aún. Piden pan. Sí. Pan. Porque –después lo dirán– es lo que más les faltó en las islas… En las imágenes de ese día y de esta historia hay alguien, anónimo entonces: una pequeña niña que, vestida con su guardapolvo escolar, al paso de los soldados hacia las viejas barracas, sostiene una bandera argentina.
“¿Quién es? Se llama Andrea Martínez. Ese día de 1982 tenía 7 años. Hoy, 42. Y así evoca aquel momento, y su vida desde entonces. ‘Desde que tengo uso de razón, en mi casa siempre estuvo presente la Patria…Nuestra bandera era siempre la invitada de honor. No sólo para las grandes fechas históricas: siempre, y en 1982, cada día de la guerra…”.
“Crecí en un mundo de valores. Respetando a la bandera, al soldado, al policía… En 1982 yo cursaba segundo grado en la escuela número 84 de Puerto Madryn. Tengo, de entonces, lindos recuerdos, y también recuerdos muy tristes”, dice Andrea en la nota de Serra.
“Cuando comenzó la guerra se oían pasar los aviones, se veían barcos, vivíamos con las ventanas tapadas con frazadas para que no se vieran las luces…, por si esos aviones o esos barcos eran ingleses”.
“Mi papá, Rubén Martínez, con otras personas, trabajaba en Defensa Civil. Muchas veces estábamos en clase, y al sonar la sirena de los bomberos, la maestra nos hacía meter debajo de los bancos… Eso me daba mucho miedo… Miedo de no volver a casa… Angustia, sin entender qué pasaba… Pero la maestra, con paciencia, nos hablaba en voz baja, y nos tranquilizaba”.
“Mi familia, mi padre, mi madre (Rosa Di Rocco) y mis tres hermanos, nunca faltaron en las fiestas patrias que se hacían en la plaza principal de Puerto Madryn… Pero en 1982 no hubo fiesta… Había muchos soldados que esperaban para ir a la guerra… Dos por tres, mis padres invitaban a cenar a algunos para contenerlos, distraerlos, hacerlos sentir mejor. Y otras familias hacían lo mismo”.
“Cuando terminó la guerra, fuimos a recibir a nuestros soldados… La gente lloraba, y yo no entendía mucho, pero se me caían las lágrimas al verlos desesperados por comer, por un abrazo, por una caricia, una demostración de amor…, ¡porque los llevaban escondidos para que no los viéramos!”.
“Hoy, al recordar, siento el roce de la mano de aquel soldado con la mía… De una niña que poco entendía de guerras, pero que sintió el calor y la desesperación de un soldado pidiendo cariño… Un soldado que para mí era un hombre…, ¡pero eran sólo niños de 17 o 20 años!”.

En Tres Arroyos

Cuenta Andrea que “A fines de 1982 regresamos a Tres Arroyos, donde vivo hoy, y ciudad que no quisiera dejar nunca… Pero todavía, al oír la sirena de los bomberos, tengo miedo, dolor de estómago, angustia, y lo primero que viene a mi mente son ellos, ¡nuestros héroes! Y no puedo contener las lágrimas…”.
“A los 9 años, por razones de salud, estuve internada en el Hospital de Niños de La Plata, y allí descubrí que quería trabajar en un lugar así, y ayudar a salvar vidas”.
“Al terminar el secundario estudié Enfermería. Después de ser mamá, es lo mejor que me pasó. Y no dejo de pensar que, si me necesitaran, iría a la guerra a cuidar a los soldados… Tengo una hija de 26 años que me regaló dos bellas nietas: María Paz y Delfina Antonia. Y un hijo, Federico Javier, de 17 años… ¡Ellos son mi vida!”, cuenta la enfermera, protagonista de una emotiva historia.

 

Fuente: Infobae