¿Quién fue Bartolomé Recalde?

Cuando rescato la historia de alguna persona, procuro abrevar en documentación que brinde detalles de su vida. Distinto es cuando esa persona ha escrito su autobiografía, pues interpreto que ha sido voluntad explicitar algunos aspectos de su vida y omitir otros.
Es el caso del señor Bartolomé Recalde, una persona estrechamente vinculada en su época con los procesos educativos y políticos, adhiriendo fervientemente al peronismo.
Hacia mediados de la década del 30 plasmó su autobiografía y divulgó como refuerzo una poesía que incluyo en esta crónica.
Obviamente han quedado fuera detalles de aquella participación política que menciono, tras el advenimiento del peronismo luego de 1943.
Cabe mencionar que fue víctima y victimario en el contexto de las pasiones extremas que se produjeron a lo largo de los avatares políticos generados a través de los años.
Tras las elecciones municipales en 1952 ocupó una banca en el Concejo Deliberante (foto) y luego de 1955 siempre fue una persona de consulta y varias veces integró las nóminas partidarias en sucesivas elecciones.
En alguna ocasión fue víctima de fuego amigo. Integraba una lista de candidatos a concejales en un lugar de concreta expectativa.
Sin embargo quienes llevaron la nómina para oficializarla ante la Junta Electoral, lo desplazaron ubicando a otra persona en su lugar. Todo ocurrió durante el viaje de la documentación.
Resulta obvio, pero bueno es recordar que la denominada Revolución Libertadora interrumpió el proceso democrático cuando Recalde era concejal, acompañando la gestión del intendente Menéndez (foto). Se incluye una instantánea de época donde se observa una reunión de adherentes con la participación, entre otros protagonistas, del médico José Campano.
Como digo, Recalde estuvo directamente vinculado con las actividades docentes, pero además una de sus hijas llegó a ocupar la dirección de la Escuela secundaria dos, que no es otra que la sucesora del viejo y prestigioso Colegio Nacional.
Me refiero a Emma Recalde. Su hermana, Catalina fue mi compañera en la primaria de la Escuela número 3.
La familia ocupaba una vivienda ubicada en los primeros tramos de la avenida San Martín (foto).
Autobiografía
¿Algunos datos de mi existencia? Pues ahí van.
Nací y me crié con la misma humildad de la gramilla. Entre ella y los cardos y los alfalfares, se me fueron veinte años. Veinte años que pesan gratamente en la insaciable mochila de mis recuerdos; y que supieron ensartar en la fibra dura del sacrificio, muchas cuentas de regocijos y también muchas de amarguras. Veinte años que me enseñaron a robar tiempo a las horas y sueños a la noche, declarándome al final de la etapa, vasallo agradecido de los libros.
Para salvar la legua y media que me separaba de la Escuela Normal—en mi pueblo natal, Lincoln—hube de realizar forzada equitación. Unos cuantos galopes figuran en mi haber de caballero rural, luchando diariamente contra la Escuela de mis recuerdos, que entonces era para mí algo así como los cervantinos molinos de la aventura.
Fueron varios los “fletes” que sintieron—pese a las loables prescripciones de la Sociedad Protectora de Animales—las caricias de mi rebenque en sus ijares. Un lobuno, un picazo, y un petiso moro un tanto bichoco, me demandan a revivir este pasado un retazo de piadosa recordación.
A estos cuatro lustros de génesis individual que rematan con la obtención del título de maestro normal, y el alcance ineludible de la Ley 4707 de inmediato, se adosan ya casi dos más; cabiendo en ellos: mi vida de milicia y maestro de analfabetos en el Regimiento 6 de Infantería de Línea con guarnición en la ciudad de Mercedes, Buenos Aires; el arribo a esta como profesor de la ex Escuela de Artes y Oficios; el bachillerato en la ciudad de Dolores; el ingreso a la docencia primaria y a la Universidad de Buenos Aires en calidad de estudiante libre; la permanencia en el año 1931 en la ciudad de San Luis desempeñando el cargo de Secretario-contador en la Escuela Industrial.
Y…..¿para qué más datos?
La vida de un maestro de escuela de tierra adentro, no puede implicar de por sí un interés público tal que demande una reseña biográfica llevada al detalle. Hablar de la tiza y la pizarra y de esa cristiana resignación que pretende en él, es hablar del maestro de escuela mismo.
Guardo un profundo cariño por aquel destacado Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, el doctor Antonio Sagarna, de cuyas manos recibí en pública colación de grados mi primer y más preciado título profesional. Sus palabras de aliento aún las rememoro frente a los múltiples problemas de la vida docente.
Por lo demás debo confesar mi amor por las letras, razón por la cual a veces las maltrato en los moldes de un soneto o de algunas cuartetas que no aspiran a premio, por cierto.
Por Omar Eduardo Alonso
[email protected]
También en FB