El fotógrafo Juan Travnik encontró en Dunamar un “lugar amigable”

24 enero, 2017

El fotógrafo Juan Travnik encontró en Dunamar un “lugar amigable”

Juan Travnik desde el año 1998 es el director de la Fotogalería del Teatro San Martín y desde 1999 miembro de la Organización del Festival de la Luz, hasta hace unos 6 años en forma intensa y luego (por otras ocupaciones) apoyándolo, pero no tan embarcado en la parte organizativa.

En la actualidad, se encuentra abocado a la nueva carrera de fotografía que dirige en la Universidad Nacional de San Martin, la cual es pública y es una Licenciatura en Fotografía autoral, sin antecedentes. El 2016 fue el primer año de la carrera. Es una tarea absorbente y por ello de a poco va retirándose de la Fotogalería.

Llegó a la fotografía por una decepción en su adolescencia, quería ser pintor; cuando terminó la primaria, junto a un amigo que estaba tan entusiasmado como él, fueron a dar examen a una de las dos Escuelas de Bellas Artes que existían en ese momento, los bocharon y luego de una crisis importante, comenzó a sentir curiosidad por la fotografía, apoyado por su papá que era clarinetista y lo alentaba en todo lo que fuera creativo. Así, comenzó a los 14-15 años de edad a investigar y meterse un poco en la fotografía.

Mientras estudiaba por su cuenta y en cuanto dominó un poco la técnica a los 16 años, puso unas tarjetitas en el almacén del barrio para promocionarse y hacer fotos de chicos, casamientos y sacar fotos a los pibes en las plazas, con lo que obtenía compraba el material para poder hacer las fotos. Así comenzó una actividad que en paralelo tenía que ver con lo vocacional y con el trabajo.

En el año 1965, no existían pasantías, se trabajaba de aprendiz en algún lugar, de este modo se tenía la suerte de aprender cómo era el oficio.

El padre, en las vacaciones de verano, le consiguió ir a trabajar como aprendiz en el laboratorio  en donde él revelaba sus fotos de aficionado; allí trabajaban 2 o 3 laboratoristas en donde revelaban rollos y copiaban blanco y negro. Su desarrollo allí fue preparando los baños, hacer copias de contacto, revelados básicos y a medida que iba avanzando en hacer copias con ampliación, pero también le tocaba hacer el mate.

Al verano siguiente, su papá le consiguió trabajo en el legendario estudio Bixio de fotografía que ya estaba en su última etapa, muy reconocido como estudio de retrato y de bodas. Había personas del interior de la provincia de Buenos Aires que luego de casarse viajaba para tomarse las fotos en el estudio. En esta etapa logró mayor capacitación y posibilidades, ya que le dio la oportunidad de sacar desde una foto carnet, hasta retratar a figuras emblemáticas como Pedrito Rico.

Al año siguiente hizo el primer curso con Pedro Otero, al cual él considera su primer y único gran maestro, absolutamente querible; es el que le brindó con mucha generosidad su conocimiento y su pasión por la fotografía como forma de expresión.

El retrato y el paisaje son dos de los géneros que más ha trabajado, pero el gusta de hacer fotos más allá del género que constituye al artista y con el medio que tenga a mano: la cámara, el celular. Desde ese disfrute de hacer fotos de manera totalmente espontánea, a que sea parte de su trabajo, hay un trecho enorme. Él ha trabajo con la estética del hallazgo, salvo una serie de souvenir que comenzó en Claromecó en el 2009 o 2010 y que tiene que ver con situaciones en donde sostiene con su mano izquierda un souvenir delante de un paisaje, formando una foto que lo integra. Para poder comenzarla, se fue a lo de su amigo Cacho (La Borriquita), quien le facilitó el material todos estos años y aún hoy.

Su relación con Dunamar, Claromecó

Tenían un amigo que tuvo la experiencia de pasar por el camping de Dunamar, y que al igual que ellos, era amante de andar de camping; les contó que era muy lindo, entonces decidieron conocer, les encantó el lugar y ya nunca pudieron dejar de venir desde hace 30 años. Su profesión lo ha llevado a viajar por todo el mundo y ha descartado invitaciones por no perderse las vacaciones aquí. La tranquilidad y el afecto con que se vincula en esta villa, tiene un lugar muy importante. Los primeros 12 o 13 años vinieron al camping y fue una experiencia increíblemente buena para la crianza de sus hijos.

Habían pensado a futuro, con Marta (su mujer), en pasar una parte del año acá y otra en Buenos Aires, tanto es así, que  habían comenzado a construir una casa en la loma de Dunamar, pero con la crisis del 2001/2002 no lo pudieron sostener.

“¿Viento, aguas vivas? como en la mayoría de la costa en Argentina. Estás en la playa y te vas a pasear dejando las cosas y cuando regresás las tenés en el mismo lugar. Claromecó, Dunamar es un lugar amigable”.