A 48 años de La Noche de los Lápices, el recuerdo de La Patriada

Al cumplirse 48 años de La Noche de los Lápices, el movimiento ciudadano La Patriada emitió el siguiente comunicado:
“Hoy 16 de septiembre quiero contarles que fui testigo de una época, de un momento histórico que atravesó mis entrañas. En todas las instituciones educativas de la ciudad bullía el conocimiento, los jóvenes reían, disfrutaban, pensaban, ensayaban sus primeros amores y tejían ideales propios de su edad: querían cambiar el mundo.
Querían cambiar el mundo, no eran subversivos, no eran violentos, no eran patoteros. Se apoyaban en el otro, porque la participación colectiva era inherente a la condición de joven.
Militar era compañerismo, compromiso, ocuparse del otro, desafiar lo establecido, rebelarse contra la injusticia, combatir la pobreza.
Para eso habían formado lo que llamaban UES, Unión de Estudiantes Secundarios que junto a otras organizaciones canalizaban los anhelos juveniles. Aprender, estudiar, en el sentido más amplio era libertad, y así iban alternando entre materias y carpetas del secundario, la militancia en los barrios, alfabetizando, ayudando, bregando por conseguir un boleto estudiantil, derecho que había sido suprimido por el gobierno militar.
Por otro lado, veía con asombro cómo estos estudiantes del secundario eran observados con atención por el Ejército y por el grupo de tareas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires liderada por Ramón Camps.
Eran peligrosos para el orden establecido. Había que terminar con ellos, porque eran “subversivos” y la excusa perfecta fue el boleto estudiantil. Instalado el terror como modus operandi del gobierno militar cualquiera que pensara diferente y luchara por sus ideales podía ser eliminado para el terrorismo de estado. Y yo me preguntaba… ¿Por qué las escuelas fueron un blanco para el accionar de la dictadura? ¿Qué representaban en esa visión nefasta los y las jóvenes?
Y entonces vi el desfile de camionetas y carros de asalto, los golpes en las puertas, los gritos, los llantos de un puñado de jóvenes que fueron capturados, encarcelados y torturados. Los métodos que utilizaron con ellos estaban planificados: violaciones torturas, muerte, secuestros, la crueldad más extrema para acallar a toda una generación. No tuvieron límites para la crueldad.
Eran jóvenes de 15, 16 años pensando, soñando, protestando, defendiendo lo común.
Todos pagaron con sus vidas.
Sólo cuatro de esa noche trágica sobrevivieron para dar testimonio de lo ocurrido.
La soledad de esa noche tiñó los sueños de toda una generación.
Lloré y grité con ellos.
Por eso hoy, 16 de septiembre, renuevo mi compromiso histórico de contar lo que ocurrió a los jóvenes argentinos porque quiero que sean herederos de esas historias de lucha que necesitan ser recuperadas. Ahora en democracia, con más fuerza, con más fervor, con hechos visibles, militando participando en luchas colectivas, uniéndote a centros de estudiantes, expresándote. Porque es mentira que las juventudes no saben lo que pasa. Podes unirte a un espacio en el que puedas expresar tus ideas, en el que te dejen ser parte. Un poco de rebeldía tampoco está mal, para los tiempos que corren… no te resignes a que todo va a seguir igual.
Pero, así como lloré y grité con ellos también fui cómplice de cada uno de los estudiantes que en los bancos de mis plazas debatían problemáticas sociales, discutían ideas y soñaban un mundo más justo. Sus caras, sus alegrías, sus gritos, sus marchas me hacen confiar en que ahora otros jóvenes se movilizarán para que los lápices puedan escribir una realidad diferente para un futuro más justo y democrático.
Los cobijé en las tardes de sol y en noches estrelladas, de ésta que soy, un poco más envejecida:
LA CIUDAD DE LA PLATA”