Arturo Larrabure participó de una mesa de debate con “todas las voces” por la violencia en los años 70
Arturo Larrabure, hijo de un militar asesinado por la guerrilla, participó de una mesa de debate, invitado por la diputada y precandidata presidencial Elisa Carrió. También estuvieron Graciela Fernández Meijide, histórica referente de los derechos humanos, integrante de la CONADEP y madre de un desaparecido, y Victoria Villarruel, presidente del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas.
El encuentro se desarrolló en un salón del instituto Hannah Arendt, en Recoleta, que estuvo colmado, y tuvo una duración de casi tres horas. El objetivo fue poder reflexionar desde distintas perspectivas lo ocurrido en esa trágica década, que marcó a fuego a los argentinos.
Larrabure, residente en Tres Arroyos e hijo del coronel que fue secuestrado durante más de un año y asesinado en 1975 por el Ejército Revolucionario del Pueblo, contó a LU24 que el debate fue en un clima cordial, con coincidencias y diferencias, aunque el único punto discordante se produjo cuando Fernández Meijide decidió retirarse del lugar. La sensación para Larrabure fue que la salida fue por alguna rencilla con Carrió que parecía ser de vieja data.
“Fue un debate muy intenso, de lo más fuerte que uno ha tenido y estas cosas son realmente muy complicadas y difíciles porque, de alguna manera, nos hacen mirar hacia adentro, hacia qué es lo que uno siente después de 40 años. Todos coincidimos en que lo importante es tratar de buscar la verdad, algo que no es fácil”, explicó.
Un moderador propuso varios “disparadores”, como cuál había sido el origen de la violencia política en la Argentina, cómo influyó en ese clima de confrontación el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu a manos de Montoneros en 1970, el origen y accionar de la Triple A y las causas que llevaron al golpe del 24 de marzo de 1976, entre otros.
“Creo que es muy bueno que estos debates existan, sobre todo pensando en la juventud que no vivió todas estas circunstancias, y uno como familiar directo indudablemente puede aportar su testimonio”, manifestó.
En cuanto al origen de la violencia, Fernández Meijide y Larrabure la ubicaron en 1955, año de la caída de Juan Domingo Perón a manos de los militares de la llamada Revolución Libertadora. Ambos también coincidieron en que Perón fue el impulsor de la Triple A, poniendo de esta manera el dedo en la llaga en un tema tabú para los peronistas, que en su gran mayoría deslindan al caudillo de responsabilidad en el accionar de ese grupo parapolicial, que dejó un reguero de cadáveres mucho antes de la dictadura.
Por su parte, Villarruel hizo un repaso de las víctimas civiles y militares que murieron en ataques de la guerrilla entre 1969 y 1979 -dijo que fueron 1079 víctimas- y llamó la atención en cuanto a que la mayoría de estos crímenes fueron cometidos en democracia, entre 1973 y 1976. Fernández Meijide discrepó con esa cifra de fallecidos y los ubicó en alrededor de 700.
Otra diferencia importante fue el tema del perdón. En esto no se pusieron de acuerdo Carrió y Fernández Meijide. La diputada de la Coalición Cívica insistió una y otra vez en la importancia del perdón para salir adelante y alivianar el peso de un pasado tan duro. Meijide decía lo contrario. “Seguro coincidamos en que tiene que haber justicia, que en mi caso reemplaza al perdón. No puedo perdonar en nombre de mi hijo (Pablo), él no está acá, además nadie me pidió perdón a mí”, afirmó Meijide en uno de los momentos más tensos del debate. Larrabure se anotó con Carrió, y reconoció que, pese a lo que ocurrido con su padre, “aprendió a perdonar”.
Villarruel también se pronunció al respecto. Dijo que “la mayoría de las víctimas del terrorismo han perdonado”, pero “se sienten parias porque su país no las reconoce y el Gobierno las rechaza”.
En tanto, Carrió y Villarruel se mostraron de acuerdo en que los ex miembros de Montoneros y ERP no quieren hacer una autocrítica pública para no reconocer que ejecutaron a miembros de sus propias agrupaciones a quienes sometieron a juicios revolucionarios como “traidores”.
Otro punto en común fueron las críticas al Gobierno. De una u otra manera, los expositores cuestionaron el “oportunismo” del kirchnerismo en su política de derechos humanos y afirmaron que intentó “silenciar a las otras víctimas”, aquellas que padecieron el accionar de los grupos guerrilleros.
Pero la coincidencia más importante entre los cuatro, y lo que en definitiva fue el mensaje central del evento, fue la necesidad de abrir el debate y hacerlo extensivo, para que todos los sectores tengan “voz”, tanto los que sufrieron el terrorismo de Estado como aquellos que perdieron un familiar o padecieron las consecuencias del accionar de la guerrilla. En definitiva, que “la verdad no sea parcial”.