Ciclo de cine en la Alianza Francesa

La Alianza Francesa de nuestra ciudad continúa con su ciclo de cine en el mes de la familia, este viernes 25 a las 20 hs se proyectará en la sede de la institución, ubicada en 1810 Nº 72, “Un aire de familia” (“Un air de famille”) galardonada con 3 Premios Cesar y Gran Premio del Jurado en el Festival de Montréal.
En todo grupo familiar siempre existen grandes amores, odios subrepticios, recuerdos trágicos, alegrías sinceras o sonrisas hipócritas. La familia es, en resumen, un trozo de vida que puede discurrirse entre el debe y el haber, entre la soledad en compañía, entre lo pasado que se desea olvidar y el presente que obliga a recomponer cenizas y distancias.
En este film están todos esos elementos que entretejen una sutil trama a los acordes del humor y del patetismo. Una familia francesa -madre, tres hijos y la esposa de uno de ellos- adoptó desde siempre la costumbre de reunirse todos los viernes en el bar de Phillipe, uno de los hijos varones que heredó de su padre ese local mortecino y escaso de clientes.
El director Cédric Klapisch no sólo puso énfasis en restarle estructura teatral al guión sino que se impuso la nada fácil tarea de bucear en todos y cada uno de esos personajes aparentemente felices que, de pronto, sacan a relucir sus culpas y pasiones más recónditas.
En la historia se debía asociar lo triste y lo alegre con lo fuerte y lo débil. El realizador apostó y ganó a ese retrato “huis clos” y lo convirtió en una anécdota humana e intimista en la que ese grupo de humillados y vencidos, fácilmente reconocible en todas las familias del mundo, se aferra a los sueños fracasados y los tardíos arrepentimientos.
“Un aire de familia” es, a pesar de la hondura de su temática, un canto a la vida y a la esperanza. Todo está dicho o sobreentendido a través de los diálogos y de los gestos de esa fauna perdida en sus más vivas sensaciones. Su humor y su reflexión provienen de la exacta conjunción de recuerdos extraídos con calidez y emoción, y su ternura hace pie en lo más simple y hondo de cada uno de ellos, seres que siempre habían vivido equivocados.
El realizador conjugó con brillantez y soltura esta especie de parábola acerca de la existencia cotidiana, y para ello halló un elenco de primer nivel en el que Jean-Pierre Bacri, Jean-Pierre Darroussin, Catherine Front y Agnés Jaoui supieron dibujar con milimétrica emoción cada uno de los personajes. La impecable fotografía y manejo de la cámara más una banda musical atractiva y cautivante sumaron puntos a esta historia de vidas, fracasos y resoluciones. En tiempos de violencia cinematográfica y real, el film es como un bálsamo de paz y de dulzura con la profunda mirada de lo cotidianamente humano.