El bullying en su cara más cruda: adolescentes armados hostigan a otro

El bullying no es un fenómeno nuevo, de hecho se habla de él en los medios de comunicación, se comparten publicaciones al respecto desde las redes sociales y aparece con frecuencia en los dispositivos de tratamiento de distintos conflictos vinculados a la niñez y la adolescencia. Porque sus consecuencias suelen ser terribles para las víctimas, y hacen eclosión casi siempre primero en la escuela, donde en buena parte de los casos se intenta combatirlo, y luego en el mundo de los adultos, que con frecuencia lo minimizamos o no lo llegamos a advertir.
En las últimas horas, en Tres Arroyos, se viralizó un video que muestra el hostigamiento en su cara más cruda. Ya habrán notado quienes no permanecen indiferentes a los modos en los que ‘evolucionan’ las formas de vincularse de la sociedad, que la violencia es creciente entre buena parte de los jóvenes. No son pocos los encuentros nocturnos, las llamadas “previas”, ahora en su versión más peligrosa, las “clandestinas”, en los que aparecen cuchillos, navajas, golpes, modalidades de ‘pelea’ en las que ha desaparecido cualquier tipo de ‘código’ de otras generaciones, aun cuando cabe aclarar que la violencia es siempre reprobable: hoy es piola agredir cuatro a uno, humillar en grupo a alguien solo con escasas chances de defenderse.
El video que se viralizó anoche –otra cuestión que los adultos deberemos ayudar a revisar es la gran difusión de contenidos de este tipo que los adolescentes intercambian como una gracia- muestra a dos chicos, de no mucho más de 15 años, hermanos según se los ha identificado, hostigando con extrema violencia a un tercero. Lo amenazan con un machete y un cuchillo, intentan obligarlo a realizar actos que vulneran su integridad sexual, y además hay quien filma estos hechos porque sabe cuál será el resultado: multiplicar el acoso al infinito.
Desde LU 24 se hizo llegar el video a autoridades relacionadas con adolescentes en conflicto con la ley penal, porque es visible que allí se están cometiendo delitos. Quizá haya cuestiones imposibles de sortear, a lo mejor los protagonistas no son punibles, o una amenaza agravada no es suficiente para impulsar una medida que sin duda la familia de la víctima y él mismo merecen al menos como reparación. Pero si eso no sucede, si por distintas razones esa reparación no llega, al menos que sirva para que nos preguntemos qué estamos haciendo para que estas cosas no se repitan y cómo podemos plantearnos desde distintos roles un trabajo sostenido para prevenir este desastre.