El pabellón

4 julio, 2020

El pabellón

Cuando cualquier tresarroyense hablaba de “el pabellón”, no había duda alguna respecto a la referencia que se hacía.

Se hablaba de un espacio específico destinado a la lucha contra la tuberculosis, una enfermedad muy vinculada con la pobreza que, lamentablemente, ha reaparecido desde hace algún tiempo aunque no en los niveles de aquellos tiempos, muchas décadas atrás.

Se hacía referencia en realidad al Centro de Profilaxis y tratamiento de la tuberculosis de Tres Arroyos que funcionaba desde la década del 30 y al que se le impuso el nombre de Gregorio Aráoz Alfaro, en reconocimiento a un prestigioso médico tucumano.

Aráoz Alfaro tuvo una trayectoria de gran trascendencia nacional e internacional en la lucha contra esa enfermedad. Fue Director Nacional de Higiene y presidente de la Liga Argentina contra la Tuberculosis, dedicando especialmente sus esfuerzos en el ámbito de la pediatría.

Había nacido en Tucumán en 1870 y falleció en 1955 cuando tenía 85 años. Se había casado con María Tedín Uriburu, un apellido impuesto a una localidad de la región.

Lo cierto es que la tuberculosis marcó una época nefasta y sugestivamente, el crecimiento de poblaciones como Cosquín, en Córdoba, donde funcionaba un hospital especializado en la cuestión.

Los médicos de entonces tenían entre el menú de sus recomendaciones terapéuticas la residencia en aquella zona serrana, cuyo aire contribuía a la recuperación.

El anecdotario sobre los temores comunitarios al contagio es abundante. Desde la recomendación de los padres de entonces para que no se transitara cerca de “el pabellón” hasta los turistas que pasaban por Cosquín tapando sus bocas hasta superar ese lugar por miedo al contagio.

El avance terapéutico hizo que los enfermos que históricamente eran recluidos en esos lugares específicos, comenzaran a ser tratados con nuevas medicinas, y pudieran ser considerados como pacientes ambulatorios y en un contexto hospitalario general.

Esta innovación no estuvo exenta de ciertos temores.

A pesar de algunos brotes muy puntuales, la aparición de vacunas específicas y de aplicación obligatoria, hicieron que esos centros específicos desaparecieran.

Y eso ocurrió con “el pabellón”, transformado  en geriátrico municipal. Precisamente, el histórico edificio fue sometido a una remodelación integral durante la gestión del Intendente Fernando Ricci.

Su deterioro era por entonces muy pronunciado debiendo reemplazarse totalmente su techo, además de adecuar y mejorar el resto de las instalaciones.

Es justo, sin embargo, rescatar aunque sea parte de su historia y mencionar a la mayoría de quienes se brindaron por atender a los pacientes, incluyendo no solamente a los médicos, sino también a buena parte del personal.

Campano y algo más

El médico cirujano José Campano, egresó de la Universidad Nacional de Córdoba en 1935, tras lo cual fue médico de asistencia pública en el Hospital Pirovano, entre 1936 y 1938.

La elección del lugar para sus estudios universitarios no fue al azar. Él mismo había sido afectado por la enfermedad que lo ocuparía profesionalmente.

En 1936 sería presidente de la Comisión de Educación Física y Cultural, filial local, y en 1938 del mencionado Centro de profilaxis contra la tuberculosis, que ocuparía hasta 1952.

Sería presidente de la Comisión de fomento del scoutismo entre 1936 y 1950, y en 1938 presidió la comisión creadora de la Colonia de vacaciones de Claromecó y de los comedores escolares.

Fue médico y profesor de higiene industrial en la Escuela Artes y Oficios entre 1940 y 1950. En 1974 se producía la visita de Campano a la Escuela Técnica para participar de un acto especial. (foto)

En 1948 fue delegado del gobierno provincial para el estudio en Europa de la tisiología y fue médico asistente a la cátedra del profesor Gregorio Marañón en el Hospital Provincial de Madrid entre 1955 y 1958.

Ya había sido Director del Catastro Abreugráfico en la población escolar y deportiva, en 1946, trabajo desarrollado en Tres Arroyos.

Su labor pública se continuaba en el ámbito privado con el uso cuasi novedoso de los rayos X para detectar enfermedades pulmonares.

En sus antecedentes dejo de lado lo relativo a cuestiones políticas, que no se corresponden con el tema de la nota.

Abreugrafía

Campano adhirió de manera intensa al sistema perfeccionado hacia 1935 por el radiólogo brasileño Manoel Días de Abreu, nacido en 1894 y fallecido en 1962.

Se trataba de un método de foto radioscopia que se traducía en la toma masiva de pequeñas radiografías de tórax y que permitía la detección precoz de las afecciones pulmonares, especialmente la tuberculosis.

Hacia la década del 70 la Organización Mundial de la Salud cuestionó este método y hacia 1999 se lo eliminó definitivamente argumentando peligros por la exposición a los rayos X.

De todas maneras fue un instrumento valioso y de aplicación masiva incluso con obligatoriedad para determinados sectores de la población, tal como se consigna más arriba.

El personal

Entre los profesionales médicos no puede obviarse la referencia a Carlos Alberto de Pierris, Oscar Risso, Alfredo Podlesker y su hijo. Cuando se producía el traspaso de la atención al Hospital Pirovano se incorporaban nuevos neumotisiólogos como Gustavo Cassataro, Fernando Ricci y Juan Pablo Tellman.

Pero el trabajo fue sostenido por un número importante de trabajadores. Corriendo el riesgo de olvidar a muchos, me parece interesante recordar a otros tantos.

Incluye todos los ámbitos, desde enfermeras, mucamas, cocineras, lavanderas, kinesiólogos, etc.

Muchas de estas personas ya están fallecidas, pero merecen un recuerdo especial:

María Esther Méndez; Irma Bustos; Norman Corro; Alcira Bramajo; Norma Bramajo; Olga Rodríguez; Luis Di Croce; A. D’Amico; Carmen Suárez; Marta Cejas; Mabel Brunand; “Chicha” Riccuti; Olga Morán; María Teresa González Burón; Delia Piñeiro de Mañaricua; “Pety” Huertas; N. Maldonado; Nelly Scavone; Alcira Rossi; Mercedes Abad; Olga Leiva; “Chola” Álvarez; Clara Abeijón; Elsa Álvarez; el masajista “Negro” Álvarez y a quien se lo recuerda sólo por su apodo: el enfermero “Pilo” de vasta trayectoria y con muchos kilómetros recorridos en bicicleta.

En la memoria se rescata también la trágica jornada en la que en el mismo establecimiento se quitó la vida Olga Leiva, que produjo un natural impacto entre todos sus compañeros y en la opinión pública.

Sirva esta nota como recuerdo de aquel histórico “pabellón” y un reconocimiento hacia quienes prestaron una asistencia comprometida a cientos de pacientes tuberculosos.

En memoria de Norman Tulia Corro, quien hace muchos años elaboró la lista de profesionales y trabajadores que actuaron en “el pabellón” y que se incluye en la presente nota. (foto)

Escribe Omar Eduardo Alonso – [email protected]

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