Fulco: historia y una ¿tragedia?

10 abril, 2021

Fulco: historia y una ¿tragedia?

Lorenzo Fulco fue una figura prominente en el quehacer del Tres Arroyos de antaño. Dotado de una elevada cultura y gran disposición para estar al servicio de los intereses comunitarios pudo ser intendente o comisario, pero declinó el ofrecimiento de los vecinos para batallar desde el llano.

Nativo de Dolores donde cursó sus estudios, en 1889 fue designado secretario del juzgado local en tiempos en que se hallaba en proceso la organización de la justicia de paz.

Después de un año ocupó la titularidad que desarrolló hasta 1893, mostrando su idoneidad e insertándose como uno de los vecinos más calificados de la época.

Previamente, todavía en Dolores, a los 17 años comenzó a hacer prácticas en los tribunales y durante 17 años fue progresando en el escalafón, situación que desembocaría en la designación que lo colocó en Tres Arroyos.

Es decir que aquí recaló teniendo 34 años, y se constituyó en un estrecho colaborador de Teófilo Gomila quien lo designó capitán del batallón Máximo Paz, de la Guardia Nacional.

Ese cuerpo armado fue impulsado por Gomila y la Liga del Sur para defender al entonces gobernador bonaerense, en 1890.

Fulco fue miembro del Consejo Escolar durante varios años y entre 1891 y 1892 la consideración comunitaria a su acción desembocó en que los vecinos le ofrecieran ser intendente y también comisario, lo que declinó prefiriendo actuar desde el ámbito privado.

El primero de mayo de 1904 habilitó su estudio jurídico, que asumió representaciones de numerosas empresas y personas de prestigio litigando en tribunales de toda la provincia.

Casado con la señora Luisa Vincenti, tuvieron una hija llamada Amelia Esther.

Impacto

El 27 de febrero de 1929, cuando tenía 24 años, falleció Amelia Esther Fulco, lo que provocó natural conmoción dentro de la comunidad. (foto)

El 7 de ese mes se informaba que “atacada de pertinaz dolencia, anteayer fue trasladada a la Capital Federal para ser tratada por especialistas, siendo acompañada por sus padres”.

El día de su muerte se informaba que los restos arribarían el día 28 en un tren procedente de Buenos Aires, se haría una misa en la Iglesia central y luego se inhumarían en el cementerio local.

En el aviso fúnebre se consignaba que “confortada con los auxilios de la santa religión y la bendición papal” se había producido el fallecimiento. Y agregaba que “el duelo se despedirá por tarjeta”.

El texto precedente permite ver y explicar algunas cuestiones. Una de ellas el gran vínculo religioso que tenía la familia, que luego se traduciría en un capítulo que abordo seguidamente.

Otra, que la participación en las exequias se circunscribía a un determinado círculo especialmente autorizado.

Precisamente, respecto a esto último, se difundió que quienes estuvieron en la despedida fueron:

Irma y Etelvina Iturralde; Delia y Esther Suárez; Emilia y Elvira González; Rosa y Eva Rodríguez; Esther y Lili Susemihl; Adelina Naveyra; Nilda Petroni; Aurora Naveyra; Magdalena Garibbo; Etelvina Reta; Isolina Labrunée; Josefa Padró y Soledad Vera.

En la prensa local se publicaba una poesía firmada por José A. Julianelli titulada “Murió una flor”, y decía:

Bello el jardín donde ella vivía

Disfrutando de la luz del día

Candorosa su joven alma

Bajo el cielo celeste en calma

Esa existencia primaveral

Presa del súbito vendaval,

Pronto quedó tronchada e inerte

Al ser besada por la muerte.

Las protestas de los cuidadores

Y la aflicción de las demás flores

Suscitaron dulce consuelo

Ante la magnitud del duelo.

Descanse en paz la llorada flor

En la excelsa mansión del Señor;

Aquí en la tierra no se olvida

A la que tanto fue querida!

¿Imaginario o leyenda?

El relato cursado durante varias generaciones pero nunca registrado de manera fehaciente, por nadie en particular y mucho menos por el periodismo, hablan de un acontecimiento trágico. No doy fe de la exactitud, pero considero un deber hacer referencia al tema.

De todas maneras puedo asegurar que los medios de comunicación son muy cuidadosos en reflejar situaciones complejas cuando se trata de cuestiones estrictamente privadas.

Lo cierto es que aquella tradición oral habla de un desencanto amoroso como disparador de la muerte de Amelia Esther Fulco.

Lo cierto es que su padre resolvió recordarla construyendo un panteón familiar que muestra a una estatua que la representa, presuntamente con un vestido de novia.

Me contaron que para la construcción se compró mármol de Carrara, que fue trasladado en barco y se encargó la obra a una empresa de Buenos Aires. (foto de la placa identificatoria).

Se me dijo que se dispuso que fuera una réplica en pequeño de la Capilla Sixtina. No es descabellado el dato, fijándose la relación, aparentemente directa, con el Vaticano.

El señor Lorenzo Fulco murió el 3 de octubre de 1939 mientras que su esposa, Luisa Vincenti falleció el 9 de agosto de 1943.

Los restos están depositados en el panteón ubicado en el pasaje central del cementerio local. (fotos)

En el mismo lugar están los restos del abogado Carlos Sala, quien fuera donante de la casa donde hoy funciona el Tribunal de Trabajo, ubicado en 25 de Mayo e Hipólito Irigoyen.

Por muchos años el pago de los derechos de cementerio estuvo a cargo del Procurador Federico Sequeira, ya fallecido y vinculado con la familia Sala. Recordemos que Sequeira fue Secretario de Gobierno municipal durante la gestión de Carlos De Leo.

 

Escribe: Omar Eduardo Alonso – [email protected]

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