La “demonización” de los hidratos de carbono: cuánto y qué se puede comer

La reconocida nutricionista Liliana Cassataro desmitificó algunas cuestiones que suelen publicarse sobre los hidratos de carbono, y aseguró que le causan “estupor y risa” noticias como que no se puede comer harinas después de las 17 y otros mitos en torno a estos nutrientes, que calificó como “esenciales desde el nacimiento hasta la muerte, en cualquier plan de alimentación equilibrado”.
“Según la actividad física que se haga y si se es varón o mujer, los hidratos de carbono deben totalizar entre un 50 y 55% de las calorías que se ingieren en el día. A qué hora comerlos dependerá de la necesidad y el gasto diario. Y todo el mundo asocia hidratos de carbono con harinas, y lo cierto es que están presentes en las frutas, verduras, cereales, legumbres, en determinadas bebidas y en frutos secos y desecados y todo lo que elaboramos con estos alimentos. Entonces quizá haya que decir que es importante enriquecer un hidrato de carbono consumiendo alguna harina pero que tenga semillas, o que sea integral, o que contenga huevo u otra proteína. Se habla de suprimirlos directamente y en este caso se corren varios peligros: porque el corazón, el hígado, funcionan con los carbohidratos. Por eso los distribuimos a lo largo del día según nuestro sexo y actividad física, orientados por un nutricionista de manera de mantener el peso, aumentarlo o bajarlo según la necesidad”, consideró Liliana.
No obstante, advirtió que estamos acostumbrados a un consumo excesivo de hidratos de carbono en su peor combinación: las grasas. “Pan con fiambre y mayonesa, fiambres gordos como mortadela, salchichón y salame, bizcochitos de grasa, son todos carbohidratos que se absorben más lentamente, sobre todo después de las 17, y si a esa hora además va disminuyendo el gasto calórico probablemente se vayan a acumular en forma de grasa”, describió la nutricionista.
“Hay que buscar el equilibrio, no suprimirlos sino ingerirlos dentro de lo que no debe faltar: la adecuación a nuestras necesidades biológicas, físicas y económicas, porque la alimentación debe acompañar a la persona en todo su hacer”, concluyó.