Nadie dijo que sería fácil: Argentina Campeón del Mundo Qatar 2022. Por Andrés Mazzitelli

Yo me amargué seriamente a lo largo de los años cada vez que la Selección Argentina era eliminada de un mundial.
Entiéndame, cuando era chico y recién empezaba a entender vagamente lo que era el futbol de los mundiales, de pronto me encontré festejando el Mundial 78. Y al año siguiente el Mundial Juvenil de Japón.
En España 82 no nos fue nada bien, pero en México 86 volvimos a dar la vuelta, y me parecía que ganar otro mundial era lo más natural del planeta. ¿Cómo no íbamos a ganar si teníamos al mejor y éramos una potencia futbolística? De verdad que no entendía del todo las lágrimas de los mayores, los que me llevaban 20, 30, 40 años, y volvían a tener ojos de niños viendo esos triunfos.
Yo había nacido en una época en la que Argentina ganaba mundiales muy seguido. Me acostumbré a eso.
Después vino la final en Italia 90 y me pareció raro perder. Nunca había visto a Argentina perder una final y ver a Diego llorando aquel injusto penal, recibiendo esa medalla de 2do puesto como si le estuvieran colgando su propia lápida del cuello, me fracturó la confianza ciega adolescente que traía intacta desde el 78. Y por la grieta se empezó a colar un viento helado: era el miedo atroz a la decepción.
Los años pasaron y la vida me enseñó a las piñas lo que se complace en enseñarles a todos: que habrá momentos en los que llegaremos a dudar de todo aquello que una vez creímos verdadero y seguro.
Nada es fácil y mucho menos ganar un mundial.
Además, desde que existe Messi, desde que transcendió la dimensión deportiva para empezar a sentirlo como al mejor hermano, amigo, hijo, yerno, vecino más querido, desde que él sale a la cancha con la camiseta celeste y blanca, el riesgo de desesperanza trepó a la décima potencia. Porque, demonios, yo no quiero sufrir, pero mucho menos quiero que Lío sufra. No queremos que Lío se vaya otra vez con las manos vacías.
En cada decepción juré no volver a involucrarme emocionalmente con algo tan taimado como eso… el futbol.
¿Qué sentido tiene? ¿Acaso el futbol es algo más que un enorme negocio? ¿Por qué tendría que condicionar mi alegría y mi tristeza a una apuesta semejante? ALEGRÍA, lo que se dice ALEGRÍA es que te digan “Te amo” en la cama por la noche, que los hijos estén contentos, que los análisis salgan más o menos bien. Esa es la verdadera alegría, no la pelota inflando la red.
Sin embargo, un nuevo mundial comienza y uno empieza a mirarlo de reojo, como quien ve pasar a un viejo y olvidado amor por la esquina, y al rato, se da cuenta que de viejo y olvidado no tenía nada.
El Domingo 18 de diciembre de 2022 será desde ahora inolvidable. Quién sabe, talvez algún día se gane hasta el rojo de los almanaques.
Eso sí, aquellos que el domingo vieron coronarse por vez primera a la Selección Argentina de fútbol… ni en sueños, ni remotamente, ni por casualidad tendrán la sensación que yo tuve de chico: que ganar un mundial era fácil. Eso le quedó claro hasta a un niño de 4 años, a fuerza de tensión, angustia, sufrimiento y finalmente alegría. Un cóctel demoledor que labra hondos surcos como arañazos de león en lo más profundo del alma.
Hoy es lunes y sigo mirando las repeticiones, como controlando, como corroborando que todo es cierto. Y parece ser qué sí. Que todo está más que bien.
No siento la euforia todavía. Tal vez más adelante. Ahora la idea todavía está decantando, lentamente, después del tsunami emocional que fue pasar el domingo.
¿Somos campeones del mundo de nuevo? ¿De verdad se quebró por fin el maleficio?
Si, somos campeones otra vez.
Tranquilo, que esto es un sueño…
Pero estamos bien despiertos.