No parla, pero se fija

21 agosto, 2021

No parla, pero se fija

Un cuento, que no era nada más que eso y pretendía ser gracioso, hacía referencia a un inmigrante italiano que por desconocer nuestro país había adoptado a una lechuza como mascota, creyendo que era un loro.


Chiste de otros tiempos, muy habitual en las rondas de los paisanos que poblaban los campos regionales y eran observadores de la naturaleza pero también de aquellas dificultades que debían afrontar aquellos tanos originales.
Lo cierto es que me pareció interesante rescatar aquellas referencias de antaño como para recuperar la memoria de algunos animalitos que pueden ser considerados emblemáticos de algún tiempo del pasado de Tres Arroyos.
Y si de loros hablamos, hubo algunos que marcaron una época.
A corta distancia del Hospital Pirovano, vereda de enfrente, funcionó mucho tiempo un despacho de combustible de la familia Rocha.
Cuando hablo de combustible, me refiero al kerosén, sustancial para el uso domiciliario en aquellos años. No fueron pocos los que generaron negocios al respecto.
Había distribuidores a distintos clientes de la ciudad y también lugares de despacho. Era el caso de Rocha.
Los clientes podían aprovisionarse del combustible y simultáneamente disfrutar – se compartiera o no la idea política – de la interpretación de La marcha peronista a cargo del loro que por allí andaba.
Era motivo de atracción y comentario ineludible de quienes pasaban por el lugar.


Otro loro emblemático fue el de Perello.

En la intersección de las calles Pringles y San Lorenzo, enfrente del Sanatorio Policlínico y de la Sinagoga y haciendo cruz con la casa del médico Héctor Giró, funcionó durante mucho tiempo una importante verdulería.
Pertenecía a la familia Perello. Una hija del propietario fue, además, compañera de estudios primarios en la Escuela 3 de quien escribe esta crónica.
Pasar por ese lugar era sorprenderse con el vocabulario del loro que se paseaba sobre los árboles de la esquina. Era una referencia inevitable.
También se recuerda un loro hablador de la familia de Manuel Costanzo una herrería que se ubicaba en calle 1810 al 659 y de la familia De Ben, en este caso en Avenida del Trabajador al 1500.
De la misma manera los loros de Américo Oscar Reynoso, en calle Sadi Carnot al 1650.
Pero hace pocos días se difundió la noticia de la muerte en Luján de un organillero sobreviviente al progreso, que además contaba con la atracción de cotorras que adivinaban el futuro. (fotos)
Parece surgido de un relato surrealista, pero hubo quienes aseguran que les habían anticipado el futuro. Se parece mucho al pulpo que adivinaba los resultados de los partidos de un torneo mundial de fútbol.
Otros casos
Excepto el caso de la loba de plaza Italia, y del monumento a El Zorro, no parece que otros animalitos fueran recordados a través del bronce, es decir con monumentos propios.
De El Zorro, casi todo se ha dicho ya. Merecido reconocimiento de un animal cuya rebeldía innata fue potenciada para divertimento humano y sostener la vanidad de personas que seguramente ni siquiera saben por qué los caballos se montan por la izquierda.
Más recientemente, se recuerda a Pipo, un perro callejero que hizo del centro de la ciudad su hogar, hallando con su simpatía el cobijo y reconocimiento de muchos. (foto)
Era participante de los acontecimientos comunitarios: misas, procesiones, fiestas, y visitante asiduo de lugares específicos etc. y por ello se lo extraña.
Horas atrás se conoció sobre su imprevista muerte y fue justo merecedor de una nota en este mismo espacio pero además está en curso la posibilidad de realizar un monumento recordatorio, según una iniciativa presentada en la Municipalidad.
Por mi parte, oportunamente lo había descripto como un “ciudadano ilustre de Tres Arroyos”.
Había sido adoptado y seguramente preservado de los peligros de la calle, un destino deseable para tantos que son injustamente abandonados.
Los ratones peronistas
Si bien Tres Arroyos tuvo su loro “peronista”, la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, no se quedó atrás.
Entre las muchas riquezas naturales de esa zona, se encuentra la producción de duraznos.
Por la década del 50 la plaga de bichos canastos hacía estragos en las plantaciones.
Se resolvió entonces gestionar la importación desde Estados Unidos de una especie de ratones que se alimentaban de aquella plaga.
Sucedió lo imaginable: la población de ratones creció de manera descontrolada y se transformó también en una plaga.
Popularmente se los conoció como “los ratones peronistas” según recuerda el periodista Ángel Jorge Bernasconi.

Escribe: Omar Eduardo Alonso – [email protected]
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