Piano piano se va lontano- escribe: Omar Eduardo Alonso

título suena bien para la historia que hoy quiero contar. De alguien que viajó mucho hasta recalar en Tres Arroyos, y en función del piano como instrumento que lo introdujo en distintos lugares, incluyendo algunos non santos.
Un viejo amigo y maestro periodista se preguntó y me preguntó ¿por qué los judíos se cambiaban de nombre?
Ninguno de los dos teníamos una respuesta coherente al respecto cuando ese interrogante se planteó en ocasión de recordar a Mario Valdéz.
Así lo conocimos aquí, pero en realidad su verdadero nombre era Mario Llach.
Fue un personaje particular que ocupó el cargo de Director de Cultura durante la gestión de Raúl Correa, en una gestión que no estuvo exenta de polémicas diversas.
Tenía un elevado nivel cultural, en especial en relación con la música y su muerte dejó inconcluso un trabajo de recopilación histórica cuyo destino se desconoce y se puede dar por perdido.
Es que durante su permanencia en Tres Arroyos se abocó con entusiasmo en la preparación de un libro sobre la historia musical lugareña, apuntando con preferencia a los intérpretes de tango y las denominadas orquestas típicas.
Algunas personas que contribuyeron, me contaron que contaba con un gran material que al parecer se esfumó.
Pero, además abrevaba en otras vertientes intelectuales y en ese rol publicaba con cierta frecuencia en los suplementos culturales del diario local, recuperando en muchos casos datos poco conocidos.
Un caminante
Muchos detalles de su vida realmente son desconocidos por mí, pero por relatos de terceros he sabido que fue un trotamundos que se ganó siempre la vida tocando el piano. Esta nota adjunta un tema por él ejecutado, parte de una grabación de interpretaciones de distinta naturaleza.
La cinta se la había obsequiado al periodista chavense Adolfo Gorosito, cuyo domicilio visitó en algunas ocasiones.
Al parecer tuvo un paso importante como animador en las veladas que se organizaban en los cruceros de turismo en los fiordos bálticos, es decir Noruega y otros países de esa región.
En determinado momento y vaya a saber en qué circunstancias de su propia historia, llegó a Tres Arroyos para animar las noches en un conocido cabaret de la época.
Una circunstancia fortuita determinaría que en ese lugar conociera a un cliente habitual, un prestigioso periodista con actuación en un medio de los más importantes y antiguos de Tres Arroyos.
Se forjaría allí una especial relación, y sería ese periodista quien habría sugerido al entonces Intendente municipal, el nombre de Mario Valdez para ocupar la Dirección de Cultura.
Se cerraría un círculo sinuoso y especialmente llamativo que desembocó en el desarrollo de una función pública municipal.
Inquieto
Durante el tiempo de permanencia en Tres Arroyos, Llach se preocupó también de estudiar, pues concurrió al Colegio Nacional para completar sus estudios secundarios.
Lo hacía en las clases nocturnas del establecimiento y alguno de sus compañeros de entonces lo recordaron muy positivamente.
También logró una distinción en un concurso realizado por la revista Todo es Historia, que conducía Félix Luna, sobre la vida de Carlos Gardel.
Su trabajo fue publicado en el número 431 de dicha excelente publicación, en junio de 2003. Logró una primera mención con el título “Por siempre Gardel”, conjuntamente con Esther Echenbaum Jonisz.
Allí menciona que el cantor estuvo en Tres Arroyos en cuatro oportunidades, los años 1922, 1924, 1930 y 1933, con algunas diferencias con otros estudiosos.
Recuerda que en 1933 actuó en vivo en la emisora local LU 3 y que el 18 de diciembre de 1929 graba el Pasodoble Trianera, del autor local Ginés Miralles.
Este había escrito la letra del tango canción “Hay que entrar”, al que le puso música Carlos Marcucci. También autor de “Caradura” un fox trot humorístico con Antonio Bonavena.
No menciona otros detalles de las actuaciones de Gardel en Tres Arroyos.
El trabajo incluye datos interesantes que seguramente motivarán un segundo próximo comentario y que sin dudas eran parte de aquel emprendimiento de estudio y recopilación que menciono como perdido al principio de esta crónica.
En la foto que se incluye se observa a Valdéz con su esposa Laura y su hija Aída Tamara, quien tras su fallecimiento estuvo en Tres Arroyos y contactó con algunos amigos de su padre.
Uno de ellos, que estaba colaborando en el armado del libro, fue el contador Luis Cousseau, quien me contó que le preguntó a Aída Tamara sobre el destino de los originales y que le aseguró desconocerlo.
Algunas personas que compartieron actividades con Llach durante su gestión pública lo recuerdan como un individuo absolutamente excéntrico, que hablaba varios idiomas y rescatan sobre situaciones jocosas de distinta naturaleza que se producían en su accionar público y privado.
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