Se apagó la vida de “Cacho” Di Virgilio

2 mayo, 2018

Se apagó la vida de “Cacho” Di Virgilio

La valija de viajante ha quedado sola, sin que nadie la pueda llevar a los miles de destinos que la condujo a lo largo de su vida “Cacho” Di Virgilio.

Mucho más que un viajante, un ejecutante del acordeón y eximio “hacedor de empanadas” que varios supimos degustar. Mucho más que la máxima referencia a lo largo y a lo ancho del país que un producto Istilart, de los miles que supo vender.

Se apagó la vida de Cacho Di Virgilio, y no debe haber quedado ruta sin transitar ni ferretería o almacén de ramos generales, desde la Patagonia a la Puna y la Mesopotamia, ofreciendo, con su particular estilo de decir las cosas, aquellos productos que lo identificaban. Vendedor nato. No se le escapaba una. Conocía todas las estrategias de poner en mano de otros lo que él llevaba como mercancía. Participó de distintas etapas de Istilart y hacía gala de su “físico privilegiado”, torneado con el paso del tiempo. Se pegó varios sustos en la vida, que pasaron desde volcar el auto hasta una tremenda operación de aorta que le mejoró su calidad de vida.

Luego vinieron otros achaques, con los que luchó con el mismo ímpetu que le ponía a la vida diaria, pero en las últimas horas fue vencido.

El acordeón de Cacho fue testigo de noches de folklore con asado y vino junto a amigos que no eran pocos con los que compartía los mismos gustos.

Y en su vida empresarial, caracterizó a Tres Arroyos con unas terribles empanadas que trascendieron “por lo ricas” las fronteras de la ciudad.

Buen padre, marido, abuelo, amigo, gran persona y como lo decimos muy seguido y englobando todo lo que se puede imaginar: “un gran tipo”. Una buena persona.

Abierto a todo lo que se le sugería. Desprendido de lo material. Los favores a los demás era una constante en su vida.

Amigo de todos los amigos. Le gustaba el folklore y el tango. Y de su acordeón salían lucidas melodías a su propio estilo.

La familia lo disfrutó hasta último momento. Recientemente se había radicado en La Plata, donde vive su hija, y aprovechaba a hacerle frente al tratamiento que le permitió extender un poco más su existencia.

Los que te conocimos como amigos, te apreciamos como persona, te valoramos como verdadero hombre de bien. Los que charlábamos largo y tendido, especialmente de aquella Patagonia que conociste y yo conocí bastante. Con lugares y amigos en común, con calles y recovecos de aquellas frías y ventosas mañanas, tardes y noches que solo tienen descripción para quienes lo las vivimos.

Cacho,  (tal vez pocos saben que te llamabas Oscar) se que vas a estar en el mejor de los cielos. Allí tal vez haya música y momentos para compartir unas de las tan buenas empanadas que hacías. Te voy a extrañar. Que Dios te de la paz eterna.  José Luis Basualdo.