Desgarrador testimonio de una tresarroyense tras cinco años de violencia de su expareja

3 junio, 2015

Desgarrador testimonio de una tresarroyense tras cinco años de violencia de su expareja

En el día de la convocatoria contra la violencia de género denominada “Ni una menos”, la valiente tresarroyense Rebeca Ferretti, víctima de un trato aberrante por parte de su expareja, dio su testimonio a LU24. “Estos psicópatas empiezan aislándote, no permitiéndote salir, diciéndote que para lo único que servís es para limpiar tu casa, y alejada de todo su entorno, una se lo empieza a creer, a pensar que verdaderamente es así. Una se siente tan vulnerable, siente que no sirve para nada, y llora, y eso también le molesta al violento, que te dice ‘te hacés la víctima’. Hasta que aparece la primera trompada, que no fue como dada a una mujer sino como dirigida a un hombre”, aseguró.

Rebeca tenía a sus hijos pequeños cuando atravesaba este infierno. “El se violentaba por nada. La única que trabajaba era yo porque supuestamente era para lo único que servía, y lo único que le reclamaba a él, que no hacía nada, era que hubiera una pava de agua caliente para tomar mate. Yo salía a trabajar a las 7.30 de la mañana y volvía a mi casa a las 19.15. Llegó a amenazarme, por el estado de angustia y depresión en el que había entrado, con matar a mi otro hijo, que no es hijo de él, con una cuchilla”, relató.

Cinco años de tortura

Esta tortura duró 5 años. Se inició cuando Rebeca esperaba un hijo de su pareja, y éste le propinó una patada que le provocó contracciones y otras complicaciones. “Yo no decía nada en el Hospital, pero tenía miedo de perder mi embarazo. Un día, la llegada de mi hermana de Mar del Plata, de la que no me podía aislar porque había venido de visita, fue la oportunidad para empezar a hablar. Cuando ella entró, yo me estaba duchando, y me la encontré de sorpresa. Yo estaba llorando y me vio los golpes. Entonces empezó a contarle al resto de mi familia. El me amenazaba en silencio, pasándose el dedo por la garganta”, recordó.

En otra oportunidad, viviendo a metros de la Comisaría, su expareja le dio una violenta paliza y luego le suministró psicofármacos. Durmió desde las 2 hasta las 18 del día siguiente. “Mi hijo estaba sin comer, estaba al lado mío, llamándome. Lo agarré y me fui a la policía. Llamaron a la médica forense. Y una de las cosas que pasa cuando ocurre algo así, es la vergüenza de desvestirse, de tener que demostrar que los golpes que uno tiene se los dio otra persona. Hasta que fui a Construyendo, donde una persona de ojos claros me esperaba con un abrazo sanador. Ahí me di cuenta cuánto me gustaba que me abracen; ellos empezaron a trabajar conmigo de una manera que me ayudó muchísimo”, aseguró.

El problema empezó a revertirse con la decidida intervención de su familia, sus hermanas, su padre. “Ellos no sabían que yo iba a Construyendo, pero por ejemplo mi papá me preguntó un día qué me había pasado en el brazo, y le dije que me había quemado con el horno. En realidad esta persona me había arrastrado por un piso de Portland. Entonces él por su cuenta empezó a investigar. Y empezaron a abrirme todos la mente, marcándome que era yo la que trabajaba, la que pagaba las boletas, que no podía desvalorizarme. Pero habían sido cinco años de sometimiento que me habían destrozado la vida, la mente y la familia”, aseguró Ferretti.

Una tijera clavada en su cabeza, que dejó secuelas, fue la última agresión de este individuo. Sin embargo, jamás lo alcanzó el brazo de la justicia. “En aquel momento la Comisaría de la Mujer no existía. Hoy sí las víctimas pueden sentirse amparadas, hay medidas de restricción, la policía se lleva las pertenencias del agresor y se termina todo. Yo hice 20 denuncias y nunca pasó nada”, sostuvo Rebeca, que reclamó la necesidad de construir un refugio para víctimas de violencia.